jueves, 20 de enero de 2011

La espiritualidad del Iwama Ryu Aikido

Hola a todos!

Esta es una de las lecturas que conseguí en diciembre y que les prometí que editaría en este espacio. Es un reportaje que se escribió en la revista El Budoka 2.0 (por Enrique Oliva) al maestro Daniel Toutian. 

Tal vez este un poco largo, pero se tocan puntos bien importantes! La famosa historia de Iwama ryu y su principal argumento de que el gran maestro Saito fue el alumno más cercano y quien más practico y aprendio del fundador. Entre otras cosas que me parecieron importantes e interesantes, como por ejemplo el entrenamiento con armas y las anecdotas de sensei Toutian como alumno interno. 

Sin duda, un reportaje muy completo! 

El Aikido Iwama ryu está cada vez más presente en Internet, con representación de diferentes grupos que fueron iniciados por alumnos directos de Morihiro Saito Sensei.

Iwama ryu es en realidad el nombre que utilizaba Saito Sensei, uno de los discípulos más cercanos del Fundador, para designar el Aikido auténtico de su Maestro. En efecto, es en Iwama donde Morihei Ueshiba afina lo que él ya dominaba en los más altos niveles hasta entonces y de donde nacerá el Aikido. En Iwama también hace su síntesis entre la práctica de las “técnicas a mano desnuda” y la práctica de armas, una forma muy personal y, por tanto, única. Aportó modificaciones significativas a algunas de las técnicas a mano desnuda con el fin de suprimir la oposición con la fuerza del contrario. Cuando yo era alumno interno (uchideshi) de Saito Sensei en Iwama, éste nos explicaba por ejemplo cómo la técnica “ryotedori shinonage” había sido modificada tres veces por el Fundador antes de alcanzar su forma definitiva que es la que se practica hoy en el Iwama ryu. Saito Sensei, como discípulo permanente y el asistente de entrenamiento de O’Sensei Ueshiba durante más de 23 años, puede ser considerado como el testigo histórico de este período de creación del Aikido. Estaba en primera línea para conocer el programa completo del trabajo de armas del Aikido desarrollada por el Fundador. En la mayoría de los vídeos donde aparece el Maestro Ueshiba, hace demostraciones con un Ken o un Jo. Tal era la importancia que el Maestro daba a esta práctica. 

Sin embargo no enseñaba sus formas fuera de su Dojo personal en Iwama. O’Sensei Morihei Ueshiba se retira a Iwama a principios de los años cuarenta y permanece allí hasta el final de su vida. Hizo construir su Dojo y el Aiki Jinja, un templo dedicado al Aikido. Hombre profundamente religioso, estaba convencido que su alto nivel de dominio le era transmitido por los dioses. También se destacaba por una gran humildad y Saito Sensei nos contaba frecuentemente anécdotas de este aspecto de la personalidad de su Maestro.

O’Sensei soñaba desde hacía tiempo con un lugar retirado en el campo que le permitiese consagrarse totalmente a su búsqueda. Liberado de toda obligación pudo así dividir su tiempo entre una práctica rigurosa, el rezo, y los trabajos de la granja, porque apreciaba también el contacto directo con la naturaleza. Hay que indicar que durante los años cuarenta el Hombu Dojo de Tokyo tuvo que restringir sus actividades por el control que ejercían las Fuerzas Aliadas de Ocupación sobre las artes marciales. La estancia del Fundador en Iwama permitió también al Aikido atravesar este período difícil. Lo que explica que la mayoría de los expertos de la generación de la posguerra hayan sido esencialmente alumnos de Kishomaru Ueshiba, hijo del Fundador, ya que residían en Tokyo. Saito Sensei, que vivía en Iwama con el Maestro Ueshiba, tuvo por ello la suerte de ser el único en recibir directamente las enseñanzas del Fundador. Por lo tanto, asistiéndole él tuvo acceso a este aprendizaje del programa particular de las armas en el Aikido que el gran Maestro no divulgaría fuera de Iwama, aunque sí hiciese demostraciones. En referencia a la relación entre la práctica de armas y la práctica a manos desnudas, punto clave de la escuela de O Sensei, Saito Sensei no dejó de repetirnos que debíamos pensar en “manos desnudas” (taijutsu) al practicar con armas y “armas” (bukiwaza) cuando practicásemos a manos desnudas. Así es imposible no hacer una técnica con el Ken o el Jo, al convertir estas armas en la prolongación del cuerpo. “Cuando alguien os vea practicar a manos desnudas, debe tener la ilusión que tenéis un sable constantemente entre las manos” nos decía frecuentemente.

Durante más de veintitrés años, Saito Sensei se impregna también del espíritu que estimula las técnicas. Hereda por lo tanto este conocimiento completo del arte tanto en el plano técnico como en el espiritual. Es por ello, con el propósito de preservar intacto el arte de su Maestro, en tanto que él tiene la responsabilidad de su Dojo después de la muerte de éste, que Saito Sensei decide designar a su escuela “Iwama ryu” hace aproximadamente una década.

En lo concerniente a la religiosidad del Fundador, esto nos dice Saito Sensei “Saito Sensei no dejó de repetirnos que debíamos pensar en “manos desnudas” (taijutsu) al practicar con armas y “armas” (bukiwaza) cuando practicásemos a manos desnudas.”

El Maestro Morihei Ueshiba, como sabemos, tenía una visión universal de los principios del Aikido, más allá de sus fronteras, tanto geográficas como culturales. Es por esto que Saito Sensei, quien recibía cada año a un gran número de practicantes y profesores extranjeros en el Dojo de Iwama, nosenseñaba el sentido profundo del Aikido a través de sus técnicas. Mostraba cómo practicarlas correctamente para comprender su mensaje. Su actitud en la vida diaria representaba también un aprendizaje para aquellos que sabían observarlo.

Nunca hizo discursos filosóficos. Enseñaba con el ejemplo de la vida diaria, inculcándonos de este modo el verdadero sentido del Aikido. La espiritualidad del Aikido se sitúa a otro nivel que el religioso, y es por ello que, por suerte, esta espiritualidad puede dirigirse a todo el mundo.

Saito Sensei nos contaba con frecuencia que el Fundador consideraba el Aikido como una vía de purificación. Podemos comprender fácilmente que el ejercicio físico contribuye a purificar el cuerpo. Pero es más profundo que esto porque también se trata de purificar el corazón y el alma. He ahí por qué el Aikido puede considerarse como una vía espiritual. Es con esteánimo con el que se dirigen todas las técnicas y olvidarlo sería como practicar un simple método de combate. Cualquiera que sea la vía espiritual que decir, un medio de corregir tus errores para llegar a ser una persona más realizada, atenta a los otros y sensible a lo que le rodea. El corazón “habla” al alma por medio de una cierta conversación invisible.Haría falta por lo tanto estar siempre a la escucha del corazón porque éste nace puro.

Reencontrar el alma de niño, con todo lo que ello conlleva de pureza y de ganas de aprender. El Aikido debe permitir hacer un trabajo sobre el ego propio, ego que está frecuentemente en el origen de muchos problemas. Una vida sin duda no basta. En Aikido, como en otras artes, hace falta aprender imitando en un primer momento. Es así como hacen los niños. Primero imitan. De ahí la importancia de elegir un buen profesor, un buen modelo. Se deben aprender las bases correctas del arte hasta que los principios estén totalmente integrados. Entonces lo normal no sería seguir imitando indefinidamente al profesor, por bueno que sea. Hace falta desarrollar la propia inteligencia corporal, encontrar una vía personal “escuchando tu corazón” a fin de estar más frecuentemente el término “Takemusu Aiki” que el término “Aikido”. El fin del Aikido es hacer a los individuos felices, que sean ellos mismos y sean libres.

Un aprendizaje estricto y preciso de las bases del arte es indispensable. Por tanto y en última instancia, el Aikido no expresa una forma sino unos principios. Por ello es necesario “ralentizar” todo aquello que esconde esta forma para comprender cuál es la verdadera lógica de estas técnicas, cuál es su sentido. Así, delante de una demostración bella, por muy bien realizada que esté, se podrá distinguir entre lo falso y lo verdadero. Ahí también podremos aplicar esa manera de observar de nuestra vida con el fin de ver lo que se esconde detrás de las apariencias. El objetivo final es descubrir nuestra naturaleza profunda para estar en armonía con nosotros mismos. Es necesario estar en armonía con uno mismo para estarlo con los demás. Una cosa es tener conciencia de ello, y otra, ponerlo en práctica.

Puede pasarnos durante un entrenamiento al cometer los mismos errores que hemos corregido mil veces. Dependemos de nuestros esquemas mentales y con frecuencia es lo que nos impide progresar.De hecho, nos comportamos igual en nuestra existencia. Abrir el espíritu y el corazón basta a veces para avanzar. Esto requiere evidentemente una toma de conciencia y un cuestionamiento que no son fáciles.

Las técnicas del Aikido revelan que es necesario primero conseguir la unidad en el propio cuerpo y en el espíritu para poder estar en armonía con el compañero. Después, cada uno podrá integrar este concepto en su vida, aunque esto sucede en general de forma natural después de mucha práctica. En el Aikido de Iwama no pedimos al atacante estar en armonía con nosotros. Toda la búsqueda se concentra en el hecho de estar nosotros en armonía con él, sin esperar su complacencia. Las técnicas que se enseñan responden realmente a esta búsqueda.

Es una de las razones por la que los atacantes son francos, potentes y sinceros, aunque deban dosificarlo hábilmente para aquellos que comienzan. Es practicando las técnicas justas como nos podemos impregnar de los principios justos del Aikido y así aplicarlo también a nuestra vida diaria. La técnica no puede llegar a ser espontánea hasta que no se domine y se integre completamente. Observando un gran Maestro expresarse en su arte podemos ver la sencillez y la facilidad con la que actúa. La respiración y el gesto forman una unidad, el corazón y el alma parecen estar completamente conjugados.

Resulta así una acción pura, eficaz y desprovista de toda superfluidad que expresa la belleza de un estado del Ser interior.

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