jueves, 7 de junio de 2012

Entrevista a Sakanashi Masafumi Shihan

Hola a todos!

 Como de costumbre inicié mi navegación por la internet y con poco esfuerzo conseguí un blog y una entrevista del Shihan Masafumi Sakanashi justo después de obtener su 7mo Dan . 

Lo que leeran a continuación habla claramente de la sabiduría de este maestro, de la claridad de sus conceptos, de su ética y pasión, en fin, un excelente trabajo que copio textualmente para todos ustedes. 

Como dice el Gabo, "la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido"  así, cada vez que entrenemos, trabajemos en pro de la difusión del Aikido... el seguirá vivo en nuestro recuerdo. 




Entrevista al Shihan Sakanashi Masafumi:
El legado de un maestro
Masafumi sakanashi Shihan
Cuando en setiembre de 2011 fundamos Pequeños universos –blog sobre filosofía y práctica del Aikido–, una de las primeras cosas que hicimos fue contemplar la apertura de una sección en la que publicar entrevistas a grandes maestros. Nos abocamos entonces a producir contenidos para esa y otras secciones. Pese a nuestra decidida voluntad por iniciarnos en este nuevo periodismo –empeño que nos condujo a elaborar una larga lista de candidatos a ser reporteados– siempre supimos que la primera entrevista que vería la luz sería la de nuestro Shihan.
El momento propicio para efectuar las charlas, sin embargo, nos llegó hacia principios de enero de 2012. Una semana después del Shinnen Geiko (1), realizamos la primera interpelación al maestro Sakanashi Masafumi.

Esa conversación tuvo lugar un sábado al mediodía en la oficina administrativa de Seiki Dojo (2), durante unos cuarenta minutos previos a la característica clase de Sensei. Algunos días después hubo una cena espontánea e informal con el maestro: jamás olvidaremos lo conversado en aquel restaurante, la vivacidad de sus gestos, el espíritu generoso y franco con que nos hizo él preguntas, con que se nos brindó cual si nosotros fuésemos sus pares o camaradas.

La segunda interpelación tuvo lugar el 4 de febrero en las cercanías de la Casa Central del CDA, durante los 60 minutos previos a una clase celebratoria en la que honramos su graduación como 7mo. dan Aikikai.

Existen personas en el mundo cuya conversación no pasa desapercibida. Sakanashi Masafumi Shihan era una de esas personas.

Al evocar estos encuentros con él, acuden a nosotros muchas imágenes: la energía que concentraban sus manos, el fondo de equilibrio que se percibía en su mirada, su sonrisa.

El reportaje aborda temas tan variados como: el inicio de su práctica en Japón, su condición de alumno, la identidad de sus maestros principales y compañeros de práctica, los inicios del Centro de Difusión del Aikido, su metodología de enseñanza a través de los años, el objetivo que debe perseguirse en la práctica de Aikido, las rupturas y aperturas de nuevas escuelas y, entre otros, los beneficios del Aikido para la salud.
Con el propósito de conservar la naturalidad y frescura de la charla, hemos respetado el orden real en que se discutieron los tópicos.

Queremos dedicar la edición y publicación de esta entrevista a los incontables alumnos que sostuvieron un vínculo con Sakanashi Sensei durante los últimos 34 años.
También, desde luego, dedicamos este reportaje a su familia, a sus seres queridos, con reverente respeto.

Muchas gracias, Sensei. Siempre estará con nosotros.
1ra. parte. 7 de enero de 2012.

¿Cuándo tuvo usted, por primera vez, noticias sobre Osensei y sobre la disciplina?
En realidad, sobre la disciplina y sobre Osensei, en su momento, yo no sabía nada. Fui practicante de Judo desde los 9 años y, después, incursioné en el Karate. Viajé a Japón para practicar y lo hice en la línea Kyokushinkai, que es una escuela muy fuerte. Al mismo tiempo, estudiaba en la Facultad de Judo y Quiropraxia, por lo que continué con la práctica de Judo, solo que pronto tuve un problema de salud, relacionado con el corazón, y debí apartarme de ambas disciplinas; comencé a hacer un poco de Tai Chi, algunas otras actividades, y me crucé finalmente con Aikido. Pero la historia de Osensei no me condujo a ese encuentro. Vi la práctica de Aikido de los maestros que estaban allá y me entusiasmé con sus clases, solamente eso. Muy al principio, cuando comencé, tenía un vínculo marcial muy grande con el Karate de pelea, el de la forma más ruda que había, y eso de la hakama y de los practicantes que se sujetaban de las manos era para mí una cosa espantosa. Sin embargo, al no permitirme la salud realizar otras prácticas, me decidí por Aikido.

Pasó un tiempo y, por fin, di con Yamaguchi sensei en Japón. Yamaguchi sensei era uno de los maestros más fuertes que había en Honbu Dojo. Por ese entonces era 8vo. dan. y, realmente, era fascinante ver cómo la gente lo atacaba y cómo, sin que él casi se moviera, salían volando. Me resultó muy rápida la entrada a la disciplina porque, como conocía el Judo y sabía hacer ukemi, la interpretación de las técnicas no me costaba. Tal fue así que me hicieron saltar graduaciones con bastante velocidad, hasta que obtuve el 1er. dan.
Sakanashi sensei a los 22 años, practicando en Kuwamori Dojo.


¿Cuánto tiempo tardó en obtener el cinturón negro de Aikido?
Tardé menos de 2 años y medio. Fue una cosa muy veloz.

¿Con qué frecuencia practicaba?
Practicaba todos los días. Y cuando volví a estar bien de salud, llegué a hacer dos o tres clases diarias. La realidad es que ver a Yamaguchi sensei era ver la otra cara de lo marcial. La cara del Karate era la de la rigidez, la de voltear una pared con una mano. La cara del Aikido era mística: yo no sabía porqué la gente volaba o porqué se quedaba en el piso inmovilizada. Era una cosa fascinante y que no alcanzaba a comprender. Esa fue, un poquito, la búsqueda de Aikido que yo tuve.

¿En algún momento descreía de los movimientos que observaba en Aikido?
No descreía de algunos, descreía de todos los movimientos. Al principio me parecía una estupidez que la gente saltara, hasta que me agarraron la muñeca y me di cuenta del porqué que se escondía en los saltos. Pero bueno, es lógico: desde afuera uno tiene la costumbre de juzgar antes de someterse a algo; entonces mira y valora a los demás. Aikido me enseñó a no juzgar. Por ejemplo, yo antes juzgaba todo; Karate es así: si te pegan, esquivás el golpe y respondés con un tsuki; ya está, maegeri y se acabó la cuestión. En cambio, en Aikido igualás tu posición con la del atacante: la situación es a la inversa de todo otro pensamiento.

Con los compañeros de Pequeños Universos solemos comentar que es difícil ser espectador de la disciplina. A menudo sucede que, cuando le presentamos Aikido a alguien, la reacción del otro es muy curiosa…
Personalmente, creo que hay tres tipos de personas en el mundo: hay personas que saben que el mundo está cambiando, que hay un giro; hay otras personas que no se dan cuenta para nada de ese vuelco; por fin, hay personas que saben que el mundo experimenta una transformación y que, además, hacen algo por armonizar con ese movimiento. Entre estas últimas personas estamos nosotros, los practicantes de Aikido. Sabemos que hay un cambio elemental en la humanidad, y que ese cambio se genera por una necesidad propia de la gente. Podríamos expresar mejor este concepto si recurrimos a la palabra “tendencia”.

Lo que llamo “tendencia” proviene de algo que la sociedad, por obligación, va moldeando. La moda, por ejemplo, es algo a lo que la gente puede adherir: usar el pelo de una manera o de otra, de un color o un largo particular; puede vestirse un saco con dos o con tres botones, y cosas por el estilo. Pero la “tendencia” es un rumbo más profundo hacia el que la sociedad, en su conjunto, se va inclinando. Hablo de una forma de trabajo o de una forma de vida. Entonces, creo que Aikido puede sumarse a una “tendencia” para que la sociedad deje de ser tan competitiva. Mucha gente, hace unos 30 o 40 años, buscaba solucionar con violencia las cosas. Decían:“bueno, él es fuerte; yo me entreno más intensamente que él para enfrentarlo, para pelear con él y ganarle”. Ese era un pensamiento típico. El coletazo de ese tipo de pensamiento terminó, más o menos, hace cuatro décadas. Luego se inició la evolución hacia un cambio; esa evolución es la “tendencia” de la que les hablo.

Volviendo a lo que fueron sus inicios como practicante, ¿podríamos decir que usted considera a Yamaguchi sensei como su principal maestro? ¿O tuvo algún otro profesor al que considere de ese modo?
Empecé mi práctica de Aikido con Kuwamori sensei, arranqué con él. El maestro de mi maestro era Yamaguchi sensei. Yo sigo la idea de él y de sus principios.

¿Y a qué le prestaba más atención en las clases durante su época de estudiante?
Lo que me resultaba más interesante era descubrir cómo “tomar el centro”. Eso era lo más asombroso que había en la práctica. ¿Cómo podía alguien tocar el centro de su oponente y moverlo a partir de ahí? Era una cosa espectacular verlo y no poder hacerlo, sentirse desesperado por no poder hacerlo.

¿Lo sentía como uke y, en base a eso, lo iba buscando?
Sí, yo lo sentía, pero realizarlo era una cosa bastante distinta. Lógicamente, sólo hacía falta entrenamiento, mucho entrenamiento hasta que, de pronto, uno decía: ¡ah, mirá, era esto!

¿Se hablaba, en ese entonces, de la respiración? ¿Se explicaba cada detalle, cada forma de las técnicas, como lo hace usted hoy?
En realidad, Yamaguchi sensei jamás llegó a explicármelas. Nadie aclaraba nada. En esa época yo era todavía 2do. dan, y hablar con un 8vo. dan, dirigirle la palabra o hacerle una pregunta, eran cosas que no se permitían. Con mucha suerte, Kuwamori sensei le hacía una pregunta a Yamaguchi sensei, y de ese modo podía yo conseguir una respuesta.

¿Se consideraba inoportuno, o acaso grosero, formular una pregunta?
Nada de eso. Lo que pasaba es que, simplemente, no se podía.
Si la graduación era muy baja, resultaba imposible hablar con maestros de alta graduación. El sistema era así.

Hoy en día viene Katô sensei, que es 8vo. dan, a dictar un seminario en nuestra escuela, ustedes le hacen preguntas y él responde. Eso, hace 40 años, no sucedía. Cambiaron las cosas. O al menos cambiaron en esta parte del mundo.

¿Se leía alguna clase de material sobre la disciplina, sobre el Fundador del Aikido, o todo era práctica y acción?
Yo no sabía gran cosa sobre Osensei. Cuando vine a la Argentina y empecé a compartir prácticas con alumnos de Kurata sensei, ellos me enseñaron mucho de lo que es la “teoría” del Aikido. Se hablaba de Osensei en Japón, sí, pero no se leía historia sobre él ni nada parecido. Si uno hacía muchas preguntas te decían “¡practicá!”, “si no practicás, nunca vas a entender”.

Por más que se aprenda “teoría” –acá, teoría, sabían todos (qué es el Ki, qué es kokyuho)– no se pueden desarrollar los conceptos si falta la práctica. En aquellos primeros años de Argentina, aparecía alguien que agarraba con más fuerza de la habitual y ya no se lo podía mover. Yo me preguntaba entonces sobre el papel de la “teoría del Ki”, y todo me parecía una farsa: no deseaba esconderme detrás de una teoría que otros sostenían pero que, al fin y al cabo, no podían concretar. Esa era la peor difusión que podía hacerse sobre el Aikido. A partir de ahí comenzaría a cambiar la historia del Aikido en Argentina.

¿Cómo se pasa de esto al hecho de que usted ha escrito tres libros? ¿Cómo ha sido la experiencia de decidirse a escribir, pese a que el Aikido es, fundamentalmente, una práctica?
Los libros que publicamos forman parte de todo lo que es difusión. Están destinados, ante todo, a gente que no practica o a principiantes. La idea es que puedan leer y, a través de ese contacto, entusiasmarse con lo que hay de distinto en Aikido, descubrir que pueden hacerlo. Por supuesto, también los pueden leer los practicantes avanzados.

En verdad, yo no tengo la auténtica capacidad de ser escritor. El Profesor Pinkler me ayudó a ensamblar en papeles lo que quería transmitir.

Fíjense que apenas puedo dar clases y enseñar. Compartir las clases es mucho ya. Mis capacidades solo alcanzan para eso; lo que pasa es que tengo muy buenos alumnos que siempre me apoyan en todo.
Sucede lo mismo con ustedes: gracias a lo que están haciendo, al periodismo que emprendieron, posiblemente se logre difundir más la disciplina.

Aikido es algo que hacemos entre todos. No es que yo haya hecho algo en el pasado y que ahora se los transmita. Todos estamos haciendo el Aikido. Los libros en colaboración con Leandro Pinkler, el Dojo, los distintos Dojos, ustedes, todos crecemos juntos. Esto es lo lindo de Aikido: nadie puede hacer solo las cosas, y mucho menos en nuestro arte.

En su época de práctica en Japón, ¿tenía un grupo? ¿Hizo amigos? ¿O se sentía solitario?
Sí, teníamos grupos de las mismas graduaciones, pero sucedió lo mismo que sucede acá. Si ustedes se acuerdan de cuando empezaron a practicar, pregúntense, entonces, cuántos de su misma promoción llegaron, al fin, a cinturón negro. Nosotros éramos 20 compañeros que íbamos a comer soba o ramen, íbamos a la esquina de un bar a hablar sobre lo que habíamos practicado durante el día, cómo lo habíamos hecho, qué no habíamos hecho, qué había estado mal y qué bien. También hablábamos sobre qué era lo que no habíamos podido aguantar.

La intensidad que caracterizaba a Sensei en Kuwamori Dojo por esos años.


Conversaban fluidamente sobre la práctica…
Todos los días. No había momento en que no habláramos de Aikido. Pero el problema está en que, después, de esos compañeros van quedando cada vez menos, hasta que se conserva solo uno o pasa como me sucede a mí hoy en día, que no tengo ya ningún compañero de esa época que siga practicando. Es habitual. En el CDA, cada 1000 cinturones blancos hay solamente uno que llega a cinturón negro.
La constancia de haber llegado a cinturón negro, de descubrir que solamente se ha dado el primer paso en Aikido y continuar practicando la tienen muy pocas personas. De cada 100 1ros. danes solo uno va a llegar a 4to. dan.

Por lo general, observamos que mucha gente se gradúa como 1er. dan y abandona, al poco tiempo, la práctica. ¿Qué otra opinión tiene sobre esta evidencia?
¿Saben porqué sucede eso? Porque esos practicantes no se fijaron otra meta.
Les cuento una historia en dos minutos, antes de que comencemos con la clase.
En el año 1960, cuando John Fitzgerald Kennedy asumió como Presidente de los EE.UU., la gente de la NASA se fijó una meta para esa década que comenzaba: querían que el hombre llegara a la Luna. Científicos, pilotos, el equipo de personas que trabajaba con ellos, desde el que servía café hasta cualquiera de los profesionales compartían la meta que se habían impuesto. En el año 1969 se cumplió con el objetivo. Al año siguiente, la NASA tuvo la peor de sus crisis. Enfermedades que afectaban a su personal, individuos que se suicidaban… El problema ya no era que el hombre llegara a la Luna, esa había sido una fuerza emprendida por todos y concluida. A partir de que llegó el primer astronauta a la Luna ya no tenían más qué hacer: habían perdido su meta y terminado, de algún modo, con todo su trabajo.

Muchos hacen el esfuerzo de llegar a cinturón negro… La pregunta es “para qué lo hacen”, “con qué propósito”. ¿Para qué sirve llegar si no se sabe qué se hará con eso?
La idea correcta, para mí, es llegar a 1er. dan para empezar Aikido, para recién comenzar a entender lo que es Aikido.

O sea que muchos practican con el objetivo equivocado…
Si el objetivo es llegar a cinturón negro para mostrárselo a los demás, entonces está equivocado. ¿Qué queda después de eso? Cuando entiendan e interpreten para qué sirve haber llegado hasta ahí, recién estarán en el camino. De ese modo sí sirve ser 1er. dan, porque el objetivo está planteado de otra manera. Pero, igualmente, es muy normal que ocurra lo que les cuento; sucede acá y en todos lados, porque se pierde cierto grado de objetividad cuando alguien sólo está enfocado unilateralmente en algo. Supongamos que conquistás a una muchacha hermosa, rubia, por decir, con determinadas características que la hacen fuera de lo común para vos. La conquistaste. ¿Y a partir de entonces qué sucede? Porque si el problema era solamente conquistarla, lo lograste y concluyó tu meta. O sea que la dejás y vas a buscar una nueva muchacha, porque lo que a vos te gustaba era la emoción de la conquista, no la muchacha en sí. Hay que pensar en eso y replantear, si es necesario, nuestros objetivos de práctica.

Le hemos escuchado decir que con la “t
oma de centro” ocurre algo parecido: “¿qué van a hacer una vez que les salga?”, preguntó usted en alguna oportunidad. Nos seguimos haciendo esa pregunta…
No lo van a saber hasta que lo encuentren. Lo divertido de tomar el centro del compañero es que, cuando lo conseguís, podés inmovilizarlo. Pero la verdad es que hace falta saber “para qué lo inmovilizás”.

6 comentarios:

  1. "Por más que se aprenda “teoría” –acá, teoría, sabían todos (qué es el Ki, qué es kokyuho)– no se pueden desarrollar los conceptos si falta la práctica."
    INMENSO, Sakanashi Shihan.

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  2. Estimado Jose Vicente Romero, agradecemos profundamente la difusión de la entrevista que le realizamos a Sakanashi shihan. Su blog nos agrada mucho, y por ello hemos puesto un link directo al mismo en nuestra lista Blogroll (lista de blogs que recomendamos). Asimismo, sería muy bien visto por el equipo periodístico de Pequeños Universos que usted copie los links de la entrevista para también poder leerla en su lugar de origen. Muchas gracias y sigamos compratiendo. Saludos desde Argentina.
    Pequeños Universos.

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  3. Hola! Primero es Moreno! jajajaja

    Agradezco mucho su enlace al blog. Ciertamente se me olvidó linkear a su blog, pero ya está resuelto!

    Un abraazo y siempre a la orden

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  4. Perdón por la errata Sr. Moreno.
    Gracias por generar el link a nuestro blog.
    Seguimos en contacto!
    Saludos.
    Pequeños Universos.

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Gracias por escribirnos

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