martes, 5 de mayo de 2009

Una carta

Mi Sensei, Nelson Requena me rebotó esta maravillosa carta que ahora les presento, tal cual como me la mandó. Su contenido me pareció mágico, no se bien si es por su redacción, por su contenido o enfoque, pero repito, me parece excelente!

"Acompañé a mi hijo Aaron a su primera prueba de Aikido. Los exámenes se harían como parte de las actividades del Seminario Regional que se efectuó en Maracaibo el fin de semana pasado. Hacía poco más de tres meses que Aaron estaba practicando este arte marcial. Al principio lo tomé como una de esas tantas actividades extracurriculares en la que ponemos a los niños para llenarles su tiempo, para reforzar alguna aptitud o simplemente, para ir descubriendo en mi hijo las cosas que le gustarán cuando sea adulto, quizás para conocerlo mejor. Al poco tiempo noté cambios en su manera de ser, en el cariño que le estaba poniendo a las prácticas, su conversación no giraba en sentido de conocer nuevas formas de vencer a alguien (como podía esperar con cualquier deporte de defensa personal), su conversación me infería un gran respeto por lo que estaba aprendiendo y a veces parecía que las enseñanzas eran sobre sí mismo.

Yo mismo fui acercándome y mi primera grata impresión me la llevé con el Sensei William, abierto, sencillo, siempre dispuesto, pero a la vez, y cito a mi amigo Leonardo: “todo lo que uno puede esperar de un guía en muchos sentidos”, por eso me siento seguro cuando le confío el cariño y el respeto que mi hijo le tiene. Me intrigaba grandemente el cariño y hasta devoción que gente joven como Snyler le tienen al Aikido, como estudiantes mas avanzados ayudan y se convierten en maestros de los más pequeños, a veces a prueba de toda paciencia, como se establecen relaciones de toda la vida enmarcadas en el Aikido, veo como poco a poco mi hijo establece lazos profundos con sus compañeros, y quizás lo que más me extraña es que estoy comprendiendo que hay mucho amor en la práctica del Aikido más que el poder del conocimiento de las técnicas.

Acogí el Seminario con cierto desdén, he de decirlo, pensaba estar allí solo el tiempo necesario para estar presente en la prueba de Aaron, sin embargo rápidamente me sentí como parte de algo importante, la calidad de los Sensei invitados y del grupo que compartirían sus enseñanzas con todos, estaba más allá de las técnicas propias del Aikido. Personas que nunca había visto en mi vida, invertían tiempo de calidad con mi hijo y le dieron tantos regalos espirituales que me siento desde ahora en compromiso con todos ellos, me sentí ese día integrante de una gran familia con la que me acababa de topar.

La maestría de las ejecuciones inspiraba debates entre el respeto y la admiración, pero más que todo se tradujeron en enseñanzas para mí, entendí lo expresado tantas veces por el Sensei William sobre que el Aikido es “Armonía”, más que combates empiezo a ver equilibrio, como dos ríos que al enfrentarse, no pueden destruirse, se mezclan y buscan otro cause, otra dirección… amoldándose en otro equilibrio… del que quiero ser parte…"

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